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De las mejores semillas de la patria

Data: 

05/2025

Fonte: 

Boletín Revolución

Autore: 


De su padre, quien acusaba a Fulgencio Batista de haber asesinado a Antonio Guiteras Holmes, los Trigo aprendieron el espíritu de lucha, el amor por la justicia y la necesidad de combatir la tiranía. Junto a él tomaron parte en colectas a favor de la República Española, a través de la Casa de Cultura Española de La Habana. ​

Julio fue el primogénito del matrimonio de Servando y Francisca, Panchita, naturales de Galicia, España. Nació el 27 de mayo de 1925 en la clínica La Balear, en la barriada habanera de San Miguel del Padrón, donde fue inscripto. Residían entonces en la calle Escobar de la capital cubana. El padre era chofer de alquiler y la madre, sirvienta en casa de familias adineradas.

Siendo muy pequeño Panchita enfermó y el médico aconsejó un cambio de clima, por tal motivo viajó a su tierra natal con sus dos niños: Julio y Pedro. En España, mientras llegaba la hora de regresar a Cuba, se vio forzada a realizar duras faenas agrícolas y Julio, a pesar de su corta edad, la apoyó en tareas del campo.

La situación política en España se complicó, el pueblo luchaba contra la reacción franquista que contaba con el apoyo de los fascistas de Alemania e Italia. En plena Guerra Civil, Servando comprendió que el regreso de la familia debía ser cuanto antes; reunió algún dinero y con la ayuda de sus hermanos masones, en 1936, logró el retorno de su esposa e hijos a Cuba. El hogar de los Trigo López quedó instalado en la finca El Molino, cerca de Calabazar.

Julio asistió a la Escuela Pública no. 14 de Calabazar, perteneciente al distrito escolar de Santiago de las Vegas. En 1938 su padre sufrió un accidente que le costó la vida; ante tan lamentable suceso, la madre se consagró por entero a la supervivencia familiar. Los niños la ayudaban en la medida de sus posibilidades, hasta vendieron maní para obtener algún dinero.

A pesar de las dificultades económicas, Francisca consideraba que sus hijos debían estudiar y gestionó una beca con los hermanos de logia del fallecido padre. Aprobada su solicitud, decidió que fuera su hijo mayor el que cursara estudios en la Escuela Nacional Masónica, situada en la Calzada de Bejucal y Santa Amalia. Allí el joven concluyó la enseñanza primaria y luego matriculó en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. No pudo continuar el bachillerato por la situación económica doméstica, cada vez más precaria.

Comenzó su vida laboral como mensajero de farmacia, luego dependiente y más tarde viajante de ventas de artículos farmacéuticos. Trabajó también en la antigua Textilera Tedeca —hoy lleva su nombre—, en Calabazar. Quienes lo conocieron, lo recuerdan como un joven serio, cuidadoso en el vestir, cariñoso y amante infatigable de la lectura. Disfrutaba la música, en especial, la española y el tango. Hacía vida social activa como miembro de la Asociación de Propietarios y Vecinos de Calabazar. Era frecuente que se relacionara con sus amistades más cercanas y queridas, sobre todo, con su gran amor, su novia Clarita, con la que pensaba unirse en matrimonio. Era algo grueso, de mediana estatura, pelo rubio y rizado y ojos pardos. Practicaba natación y pesca en el río cercano al poblado donde vivía.

Tenía diecisiete años cuando se le presentó una hemoptisis bronquial, enfermedad pulmonar que lo acompañó hasta los últimos días de su existencia. Estuvo ingresado durante un año en el antiguo sanatorio La Esperanza —hospital que lleva su nombre— y, como paciente, conoció que más que un hospital, era un almacén de enfermos.

Una vez de alta, mantuvo sus relaciones con la institución, adonde regresó varias veces para entregar a los más necesitados alimentos y medicinas a precio de laboratorio, en ocasiones sin cobrar. Brindó también su apoyo solidario a los enfermos del sanatorio en sus protestas para llamar la atención de la opinión pública y de los gobiernos de turno, incluyendo la famosa huelga de hambre en la que los pacientes se acostaron en medio de la vía pública.

La labor humanitaria la extendió a su comunidad, que disponía de una mal llamada Casa de Socorro La Esperanza, atendida por un enfermero y un médico municipal, que asistía a los pacientes una vez a la semana. Con frecuencia los vecinos necesitados acudían a su casa para resolver alguna medicina.

En 1945 Julio pasó a residir con la familia a la casa situada en la calle Martí no. 28517 entre Término y Habana, en Calabazar, perteneciente al municipio de Santiago de las Vegas, hoy Boyeros. Allí realizó parte de sus acciones conspirativas, junto a sus compañeros, tras el golpe de Estado de Batista en 1952.

Al fundar Eduardo Chibás el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), Julio integró sus filas y fundó una delegación en la comunidad de Calabazar junto a René Bedia Morales y Rolando García, a la que luego se incorporó su hermano Pedro. Formó parte

de la Asamblea Municipal del Partido. Tuvieron un órgano de orientación y combate de carácter municipal llamado La Voz de la Ortodoxia, con publicaciones desde el 25 de mayo de 1951. Julio escribía artículos, además de ser miembro de su consejo de dirección. Junto a su hermano organizó un comité de apoyo a la aspirantura de Fidel Castro a la nominación para candidato a representante a la Cámara, para las elecciones de 1952.

Después del golpe militar del 10 de marzo de 1952, frustradas las elecciones previstas, se incorporó al movimiento revolucionario organizado por Fidel para combatir la dictadura batistiana mediante la lucha armada. Perteneció a la célula de Calabazar, dirigida por su hermano Pedro, una de las primeras que se constituyeron, muy activa en el territorio. Participó en reuniones —muchas en su propia casa—, a la que asistió Fidel, Abel Santamaría Cuadrado y otros compañeros. En las prácticas de tiro y adiestramiento militar, principalmente en la finca Porta, en el área del actual Parque Lenin.

El viernes 24 de julio de 1953, al recibir la orden de acuartelamiento, viajó en el auto conducido por Oscar Quintela Bonilla, con la compañía de René Bedia Morales, Pedro Gutiérrez Santos, José L. López Díaz y Argelio Guzmán Yanes. Del apartamento de Abel, en 25 y O, en el Vedado, salieron para Santiago de Cuba. Llegaron a El Cobre el día 25 a las seis de la tarde, donde los esperaba Abel en la calle Celda no. 8. Al llegar, a Julio se le presentó una crisis de hemoptisis y Abel le ordenó su regreso a La Habana.

Al amanecer del 26 de julio de 1953, presumiblemente para recibir asistencia médica, Julio estaba en el hospital Saturnino Lora cuando llegó el destacamento de Abel con la misión de apoyar desde allí el ataque del cuartel Moncada. Tomó el arma de un compañero herido, se incorporó al combate y luego utilizó una Thompson de un cabo de la Policía capturado. Concluida la acción, lo apresaron y condujeron junto al resto de sus compañeros al Moncada. Fue interrogado y torturado hasta asesinarlo en el campo de tiro del cuartel ese propio día.

La sencillez, valor y sensibilidad humana de Julio Trigo López trascienden el tiempo.