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Diálogos con la historia (XLIX parte)

Data: 

24/04/2011

Fonte: 

Periódico El Sol de México
Cuba, país pequeño que no se doblega, que resiste y que lucha: Fidel Castro
 
Es lógico que algunos lectores se pregunten ¿qué pasó en la Unión Soviética hasta su desaparición en 1991? Al año siguiente de la visita de Fidel Castro a la URSS, Nikita Jruschov fue destituido; es posible que las secuelas de la Guerra Fría, de la Crisis de Octubre y de las relaciones con los principales dirigentes de Estados Unidos; el desastre de la política agraria e industrial, el fracaso en la intención de apoderarse de Berlín Oeste y el hecho de que la política agresiva y enérgica de la Unión Soviética ya no encajaba en la estrategia y en la geopolítica global, hayan sido las causas de su destitución fulminante.
 
Lo sustituyó Leonid Brezhnev, quien gobernó la URSS prácticamente con poder absoluto; ejerciendo a la vez los cargos de Secretario General del Partido Comunista y de Presidente del Soviet Supremo de la URSS, durante el período de 1964 a 1982. Brezhnev cambió la política de la URSS hacia el Tercer Mundo, modificó el lenguaje y comenzó a hablar de coexistencia pacífica, aplicando la moderación y la cautela. Desde entonces, en las situaciones más tensas, la política soviética se reduciría al envío de consejeros y el abastecimiento material. En esta etapa, en el caso particular de Cuba, se suscitaron frecuentes diferencias tácticas con la URSS; ya ésta no contaba con los recursos técnicos ni materiales necesarios para mantener una política de expansión hacia el Tercer Mundo y Cuba reclamaba, con firmeza, una acción soviética más activa en el escenario mundial.
 
A Brezhnev lo sustituyó el renovador Andropov (1983), de una presencia muy breve en la dirección soviética; a su temprana muerte le siguió el inmovilista Chernenko (1984) y en la ya mencionada etapa final de la Unión Soviética el reformista Mijail Gorvachov (1985-1991). La gran mayoría de los dirigentes mencionados estuvieron presentes durante la visita de Fidel a la URSS. El año 1986 fue proclamado por la ONU como Año Internacional de la Paz; a finales de ese año tuvo lugar, algo no visto desde la época de Jruschov y Kennedy, la trascendental reunión de Reijavik entre Reagan y Gorvachov, estableciéndose las bases para el inicio de lo que sería el fin de la Guerra Fría. En 1989 se firma en París el Primer Tratado de reducción de armas estratégicas entre Bush (padre) y Gorvachov. La Guerra Fría, en su visión original, concluiría definitivamente con la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas el 25 de diciembre de 1991.
 
 
 
Tras largas décadas de enfrentamiento entre las superpotencias y con el recuerdo aún vivo de dos guerras mundiales, el mundo observó con atención, asombro e incredulidad el derrumbe de la Unión Soviética y el ascenso triunfante de Estados Unidos, inaugurándose con ello una nueva época y un nuevo orden mundial.
 
He querido compartir con ustedes estas presentaciones y reeditar, junto a Fidel Castro, su histórico viaje a la Unión Soviética en 1963. Ha sido una rica experiencia y el contacto con una realidad que ha despertado en muchos, recuerdos aparentemente olvidados; en otros, ha reavivado su espíritu crítico hacia los personajes de la historia narrada y en otros, ha motivado su interés por investigar y profundizar en acontecimientos importantes de nuestra historia reciente.
 
En lo personal, he sentido una gran satisfacción porque las presentaciones del libro sobrepasaron las expectativas en cuanto al interés de los lectores y, a la vez, han constituido, como he expresado, un modesto homenaje a la larga trayectoria política de mi amigo Fidel y un reconocimiento al heroico pueblo de Cuba, al que me unen profundos lazos de respeto, admiración y cariño.
 
Al concluir estas exposiciones de Diálogos con la Historia pienso que quizás puede haber alguien que no comparta totalmente el enfoque de su contenido o pueda considerar inoportuno el momento y parcializado el análisis. Debo reiterar que no soy político y tampoco soy la persona más indicada para hacer un juicio de valor sobre el proceso revolucionario cubano. Desde niño, mis padres me enseñaron a ser leal y tener un sentido ético de la vida y en los largos años que he tenido el privilegio de vivir, he tratado de ser consecuente con esas enseñanzas y con ese ejemplo. Por eso, he expresado, con mucho orgullo, con la mayor sinceridad y con absoluta libertad, a pesar de nuestras diferencias, la amistad sincera que me han ofrecido Fidel y Raúl Castro.
 
Quisiera concluir estos comentarios finales sobre el Libro del Viaje de Fidel a la URSS con la participación de los mismos protagonistas que dieron inicio a la serie y que son, en última instancia, quienes tienen el verdadero protagonismo y la gran responsabilidad de responder por la felicidad y el bienestar del pueblo cubano.
 
En la introducción a una de las entrevistas que le hice a Fidel, recogida en el Tomo IV del Libro Diálogo con la Historia, escribí: "Conozco a Fidel, es mi amigo de hace muchos años. Nos vimos por primera vez en el Campo de Tiro Moctezuma, ubicado en la carretera México-Toluca. En esos días ambos éramos jóvenes, nos veíamos frecuentemente, él siempre acompañado de un grupo de cubanos y de repente ya no llegaron más nuestros amigos.
 
Después de 25 de meses nos enteramos por las noticias del triunfo de la Revolución en Cuba, pero no sabíamos ni quién había triunfado, ni si se trataba de los mismos cubanos que habíamos conocido en el campo de tiro; pero un día, por algunas fotografías, reconocimos que el gran líder de la Revolución Cubana era nuestro amigo, de quien sólo recordábamos el nombre.
 
Años más tarde, debido al deporte, visité Cuba, ahí lo vi y comenzamos a recordar muchas cosas que habían pasado desde que nos conocimos.
 
Aunque ideológicamente no coincidimos, la amistad entre nosotros fue cada día más grande gracias al trato y la simpatía del Comandante, a pesar de que también tuvimos nuestros roces y problemas como seres humanos, pero así es la vida. Sin embargo, nuestra amistad y nuestro respeto son más sólidos". (Diálogos con la Historia, Tomo IV, páginas 727 y 728).
 
Durante largos años he mantenido un permanente contacto con los dirigentes cubanos y siempre hemos hablado de los problemas nacionales e internacionales que nos afectan a todos por igual. Dando seguimiento a algunos de estos temas, especialmente después de la desintegración de la Unión Soviética, entrevisté al Comandante Fidel Castro el 26 de enero de 1995 y en una de las numerosas preguntas, así me respondió:
 
-Señor Presidente Don Fidel Castro, hace ya más de dos años que sostuvimos nuestra anterior entrevista, ¿qué cambios se han implementado en Cuba desde entonces?
 
 
 
-Pienso, Mario, que ya veníamos haciendo una serie de cosas y aplicando medidas, el problema nuestro era cómo enfrentar la catástrofe que significó para nuestra economía la desaparición del campo socialista y más tarde la desintegración de la URSS.
 
Creo que se nos sometió a pruebas terribles, difícilmente ningún otro país hubiera podido resistir tales pruebas manteniendo sus objetivos. Nuestro problema consistía en qué hacer para sobrevivir y, a la vez, salvar los grandes avances sociales que había logrado la Revolución para el pueblo.
 
Lo sintetizamos como un gran reto en el cual teníamos que salvar la Patria en primer lugar. Si la Revolución fuera destruida la Patria se perdería, se perderían la Revolución y las conquistas del socialismo; eso era lo que se planteaba para nosotros; cuando todos esos fenómenos se produjeron, además, abruptamente.
 
No sé si algún otro pueblo habrá pasado por una prueba semejante; pero esto comenzó hace más de cuatro años. Esto comenzó en el 90, se van acercando los cinco años y hemos sido capaces de resistir y de perseverar en estos objetivos.
 
...No quiero extenderme mucho más en esto. Quiero decirte que ya hace unos años hicimos una serie de modificaciones para perfeccionar nuestro sistema y ya todos esos cambios se aplicaron en las últimas elecciones.
 
Veníamos pensando en todo esto, independientemente de todos los problemas que se habían presentado en otros lugares, porque una de las características de nuestra Revolución, que hay que tener muy en cuenta para comprenderla, es que tiene una vinculación muy estrecha con todo el pueblo.
 
Nuestro pueblo está organizado. Realmente sólo un pueblo organizado y patriótico ha podido resistir 35 años de bloqueo de Estados Unidos. Pero aquí están organizados los niños, están organizadas las mujeres; están organizados los vecinos, los campesinos, los estudiantes, los trabajadores y esas organizaciones de masa prácticamente constituyen el 80 o el 90 por ciento de la población del país. (Diálogos con la Historia, Tomo IV, páginas 729, 730, 731 y 732).
 
Insistiendo sobre la necesidad de cambios en Cuba, en la misma entrevista de enero de 1995 pregunté a Fidel lo siguiente:
 
-Señor Presidente, Cuba está avanzando a pasos agigantados hacia el libre comercio, al igual que China empezó hace algunos años. ¿A qué se debe la diferencia en el trato que les da a estas dos naciones Estados Unidos?
 
 
 
-Una doble norma de conducta, doble moral. Yo creo que la política que siguen en relación con China es absolutamente correcta y creo que la única manera de vivir en el mundo de hoy es buscar no lo confrontación, sino la cooperación.
 
...Ellos también siguen hoy en Vietnam una política similar.
 
En el caso de China, esa es la diferencia. Un poderoso país, un país de grandes recursos, el país que va a ser una potencia mundial en el comercio y los empresarios norteamericanos luchan por estar allí y está luchando todo el mundo porque todo el mundo quiere invertir en China.
 
Cuba es un país pequeño en este hemisferio, que no se doblega, que resiste, que lucha. Ellos creen que, tal vez, el final del campo socialista era el momento de liquidarnos definitivamente y sencillamente nos dan ese tratamiento diferente y arrecian su hostilidad y su bloqueo.
 
...Algunos plantearon que sería mejor, para liquidar la Revolución, quitar el bloqueo y establecer relaciones económicas normales con Cuba, como la tienen otros países y que entonces se iría debilitando la Revolución y un día desaparecería. Nosotros no le tenemos miedo a ese desafío. Estamos dispuestos a aceptarlo. (Diálogos con la Historia, Tomo IV, páginas 810, 811 y 812).
 
Recuerdo que sobre la necesidad de cambios y de perfeccionar el sistema socialista cubano, en ocasión de una de mis múltiples visitas a Cuba, me reuní con un grupo de los más importantes dirigentes del país para intercambiar puntos de vista y opiniones sobre el camino a seguir. Como resultado de esa plática surgieron algunas ideas que, medio en broma y medio en serio, me atreví exponérselas a Fidel. En honor a la verdad debo decir que me escuchó con gran atención y respeto. Quizás no fuese el momento oportuno, pero la necesidad de cambios se veía venir y estaba latente.