Con el morir, la vida
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Pasan los días. Ante mis ojos, llegados a esta redacción, decenas de miles de mensajes de condolencia de compatriotas de toda Cuba y de quienes viven en el extranjero también. Desde muchos lares del planeta y en varios idiomas, las páginas de Cubadebate se nutren con masivos envíos que entre todos los que aquí trabajamos tratamos de visibilizar para que cada quien pueda verse reflejado en este homenaje compartido.
Es tarde en la noche; los ojos se me cierran de tanto leer. América Latina y África no son por casualidad, los remitentes fundamentales: es en los “oscuros rincones” del planeta –a decir de George W. Bush– donde con más nitidez se percibe el rostro depredador del capital y donde brilla más la inmortalidad del pensamiento de Fidel. Y no se asombren: desde Estados Unidos llegan también. Tras los flashes y las lentejuelas hay una humanidad que necesita un mundo mejor repartido.
Para los primeros, la ausencia del Comandante en Jefe genera en medio del dolor, compromiso; para los segundos, agradecimiento por el compartir con los pobres de esta tierra lo poco que se tiene en ese rarísimo dar por amor lo mejor de sí mismo, en medio del globalizado absurdo donde todo se compra y se vende y hasta la vida tiene precio. “Nos hace falta Fidel”, dicen algunos; “Cuba, eres la esperanza”, afirman otros.
Veo las imágenes en nuestra televisión y el llanto contenido acorta parlamentos. Los silencios en cámara duelen muchísimo más. Han pasado ocho días de tristeza desbordada. Como nos enseñara Fidel, es hora de convertir el revés en victoria, de incorporarnos alados a su firme cabalgata.
“Cuando se muere en brazos de la patria agradecida empieza al fin, con el morir, la vida”- escribió José Martí.
¡Adelante, cubanos! El futuro está en nuestras manos y nuestra será la victoria.